Cuando los inquilinos se pusieron en huelga…


Samantha Rodríguez

Viernes 21 de enero de 2011

En la actualidad innumerables familias tienen que recurrir a la renta de una casa por no tener un espacio donde vivir, pagar la renta se ha vuelto más que un calvario para miles de familias que ven con fastidio como las cuentas del casero engordan tras años rentar un lugar cuyos servicios son un lujo y cuestan un ojo de la cara.

Casas pequeñas, caras, con servicios mínimos, condicionados a cosas tan simples como el número de hijos que vivirán ahí, a lo que se gana o al trabajo que se tiene, rentadas a la voluntad o el gusto del casero por el inquilino son parte de una historia que se repite en lugares tan distintos a lo largo del tiempo.

Tamaulipas no ha sido la excepción, imagine usted, lector, que un día, quienes rentan una casa se inconformaran con sus tiranos caseros, que decidieran no pagar las rentas hasta que les sean cumplidas las mínimas condiciones, imagínelos organizados  en un sindicato de inquilinos, la historia que a continuación se cuenta  es la de obreros y trabajadores pobres, con bajos salarios –como cualquiera de nosotros- por un lado y por el otro, caseros que buscan enriquecerse gracias al hacinamiento de quienes por necesidad tienen que pagar por una casa de renta.

Remontémonos al México de los tiempos del general Lázaro Cárdenas, entre 1934 y 1940, quizá antes,  a 1925, al Tampico del auge petrolero, ahí donde los hombres acudían en enormes cantidades buscando un futuro mejor, donde el crecimiento de una ciudad hasta hace unos años pueblo provinciano ocasionó que la ciudad se desbordara de sí misma.

Tampico era una tierra bondadosa y desbordante de petróleo que creció de manera desmedida y sus problemas también, llegaban personas de lugares como Saltillo, Coahuila, el Distrito Federal, Veracruz, Guanajuato y Guadalajara y aún de otros lares del mundo buscando trabajo bien remunerado.

¿A dónde iría a vivir tanta gente? ¿Cómo hacerlo sin saturar el espacio? Los investigadores de la época dicen que la población crecería de 16 mil 528 a casi 100 mil entre 1910 y 1921, el boom demográfico generó problemas de vivienda, - como siempre -las rentas subían los sueldos no, las vecindades insalubres pulularon por la ciudad, incluso algunas personas tenían que vivir debajo de los portales por no tener con que pagar.

Lo más común eran las casas de madera construidas a orillas de las vías del tren, para los trabajadores del ferrocarril pero estas no estaban fuera de precio, las que sí, las ubicadas en las afueras de la ciudad, estas para los obreros del petróleo y el puerto, la insalubridad se intensificaba con la humedad, los moscos, serpientes y animales pantanosos ponían en riesgo constante a quienes vivían ahí.

Se trataba de pequeños terrenos de apenas unos cuantos metros de tierra donde vivían hasta 60 personas, hacinamiento, salubridad, enfermedades, plagas y otros males compartían la casa con estas personas, así lo manifiestan los informes de los inspectores de salubridad que recorrían las calles y narraban con asombro la  forma tan precaria en que vivían las personas.

Las alzas en las rentas, casas a medio construir, sin instalaciones sanitarias, ni alumbrado público, con animales y humanos haciendo sus necesidades al aire libre, luego, las inundaciones que lo arrasaban todo contaminando la tierra y el agua, renta de una casa miserable y cara o invasión de predios eran las opciones.

En estas condiciones la inconformidad de los inquilinos de Tampico derivó en la creación de sindicatos, lo cierto es que la figura legal en la que se enmarca tradicionalmente a estas organizaciones, no da cabida a los agrupamientos de inquilinos sino de trabajadores, pero se crearon y no solo en Tampico, sino  en sitios como Mazatlán y Tepic.

El problema creciente de demanda de vivienda y conflictos entre inquilinos y caseros mereció tal importancia que el mismo Cárdenas envió al jefe del Departamento del trabajo a intervenir a favor de los inquilinos, así, se registró al Sindicato Revolucionario de inquilinos de Mazatlán y en Tepic el Sindicato Único de Inquilinos.

En Tampico, el conflicto se desataría en 1933, con un alza a los impuestos de los terrenos, pretexto que los caseros usaron para aumentar las rentas a sus inquilinos, quienes en septiembre de ese mismo año formaron la Unión Central de Inquilinos de Tampico y Ciudad Madero, la presión de este grupo logró que se promulgara una ley de Inquilinato, que los protegía de los abusos de los caseros.

La Plaza de la Libertad en Tampico sería testigo de mítines y reuniones de los inquilinos y los caseros, quienes también crearon una organización, lo cierto es que nunca se pudo resolver el problema, a pesar de que la famosa ley de inquilinos establecía precios de acuerdo al material de la casa y contemplaba beneficios para quienes no pudieran pagar por muerte o enfermedad, incluso se propuso la creación de una lista de morosos, quienes tendrían que pagar fianza si quisieran ocupar otra casa.

El conflicto alcanzo revuelo y los inquilinos fueron apoyados por sindicatos de trabajadores de los restaurantes, filarmónicos, carpinteros, trabajadores marinos del puerto, empleadas domésticas y empleados de cine de Tampico, por su parte, los caseros impusieron amparos contra la ley, perdiendo 17 de ellos.

La revancha de los caseros vino con los vientos de cambio en el ámbito político, pues con la sucesión presidencial en puerta y la agitación de la expropiación petrolera los caseros se apuntaron varias victorias, el inquilinato quedo en el olvido, el apoyo entregado por Marte R. Gómez se volcó hacia otros grupos políticos.

Los caseros fueron contemplados para formar parte de la base popular del Partido de la Revolución Mexicana ahora PRI, como lo fueron los sectores medios no los bajos,  olvidados  los inquilinos, la huelga de pagos, los sindicatos y los mítines termina la organización, pero no el problema, pues la búsqueda de vivienda digna es una demanda vigente.

Seguimos pagando rentas altas por una casa, engordando las cuentas de los nuevos ricos, seguimos sufriendo por no tener un espacio propio, por destinar parte de nuestro pobre salario a pagar la renta, ellos, -los caseros-, siguen evadiendo impuestos, siguen discriminando a quien no tiene donde vivir, cobrando rentas altas por lugares feos considerados de lujo…la historia pone el ejemplo una vez más.

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