Antonio Cerezo Contreras, Revista Revuelta
tocerezo@gmail.com
En el proceso de lucha por la transformación social, es normal que surjan coincidencias y diferencias entre las organizaciones que participan en él. Por ejemplo, todas las organizaciones coincidimos en que existe una ofensiva en contra de los derechos humanos que se habían ganado, por lo menos nominalmente, en años de lucha social. Pero no todas coincidimos en la manera en la cual podemos frenar esa ofensiva y plantear una alternativa que recupere, por vía de los hechos, la posibilidad de ejercer todos y cada uno de nuestros derechos.
Lo que pretendemos, en este artículo, es plantear por qué esas diferencias normales, que surgen en el esfuerzo de transformar la sociedad, se convierten en contradicciones que mantienen al movimiento social en una etapa de dispersión, que no permiten caminar de manera coordinada hacia objetivos comunes, e incluso llegan a fragmentar organizaciones.
Es necesario decir, antes de avanzar, que las diferencias que existen entre las organizaciones sociales son un fenómeno natural, debido a que no todos interpretamos la realidad desde una misma posición ideológica, política o científica; por tanto, nuestras conclusiones sobre la misma realidad son distintas. Además, no todos desarrollamos nuestra actividad bajo las mismas circunstancias ni condiciones geográficas; no todos aplicamos los mismos métodos de organización; no todos tenemos la misma cantidad de experiencia acumulada en el trabajo práctico, y no todos construimos una misma alternativa de sociedad: la sociedad que deseamos construir tiene coincidencias, pero también la construimos de un modo distinto.
Ahora bien, volviendo a nuestro planteamiento anterior: ¿por qué esas diferencias se vuelven contradicciones que llegan a confrontar organizaciones, al grado de ni siquiera poder coordinar esfuerzos para transformar la realidad?
Una de las razones es la inmadurez política de los integrantes de las organizaciones y de las propias organizaciones. Dicha inmadurez se manifiesta fundamentalmente de dos formas:
1. Cuando olvidamos que, por encima de nuestras diferencias (e incluso contradicciones) está un Estado creado por la clase dominante, dispuesto a hacer lo que sea para mantener la dominación de la mayoría de la sociedad, por una pequeña parte de la misma.
Como consecuencia de este olvido (que en ocasiones pareciera intencional), no se construyen relaciones entre diferentes organizaciones, con base en las coincidencias; no fortalecemos lo que nos une y permitimos que las diferencias de interpretación o reacción, que surgen ante diferentes acontecimientos, se conviertan en contradicciones insuperables. Así, incluso se pierde la capacidad de dialogar e intercambiar experiencias y se llega al grado de no ser capaces, como movimiento social, de tener un planteamiento común, a corto plazo, para enfrentar la ofensiva del actual gobierno contra el pueblo, las organizaciones sociales y de derechos humanos.
2. Cuando hacemos de problemas políticos, es decir, de las diferencias que surgen en el análisis de la realidad o de la praxis que desarrollamos, problemas personales, entonces somos incapaces de dialogar por qué alguna persona nos “cae mal”, y se antepone esa antipatía personal a la necesidad de dialogar para construir salidas conjuntas a problemas comunes.
La segunda razón por la cual las diferencias se convierten en contradicciones insuperables es la labor que hace el Estado para convertir, precisamente, las diferencias naturales en contradicciones y para agudizarlas, con los siguientes objetivos:
- Dividir al movimiento social en su conjunto y mantenerlo así durante el mayor tiempo posible.
- Mantenerlo disperso, sin capacidad de respuesta coordinada y de llegar a acuerdos mínimos, incluso en coyunturas específicas.
- Desgastar al movimiento social en luchas internas que eviten que su trabajo en la sociedad sea efectivo.
- Fragmentar a las organizaciones sociales que constituyen una alternativa al poder del Estado, en sus regiones o en los sectores sociales donde trabaja.
- Que las organizaciones de izquierda se destruyan entre sí, sin su aparente intervención.
Métodos
El Estado tiene una gran experiencia acumulada en el oficio de crear diferencias entre organizaciones, convertirlas en contradicciones y ahondarlas hasta donde sea posible hacerlo. A continuación, hacemos un breve resumen de algunos métodos que utiliza el Estado en la actualidad.
a) Caracterizar a las organizaciones[NM1]
El objetivo es lograr que algunas organizaciones de izquierda acepten las caracterizaciones que hace el Estado acerca de otras organizaciones de izquierda, que las hagan suyas y las repitan, de tal forma que se encubra que el creador de esa caracterización fue, en su origen, el Estado, con el fin de crear contradicciones insalvables entre organizaciones. Por ejemplo: el Estado fomenta una clasificación de organizaciones “malas” y organizaciones “buenas”, a partir de las diferencias existentes entre las mismas.
Las organizaciones pueden ser “malas”, según el Estado, por los métodos que usan para protestar, por sus planteamientos políticos, por su “intransigencia” en el momento de discutir sus demandas, por su sectarismo, etc. Lo que intenta el Estado es que otras organizaciones acepten que son “malas” por las razones que éste esgrime, y que incluso lleguen a culparlas por los fracasos del movimiento social o por la represión que desata el Estado en contra de las mismas o del movimiento social en su conjunto.
b) El rumor
Éste es un método muy viejo, pero sigue siendo lamentablemente efectivo: “Dicen que x persona es policía…”, “dicen que x organización negocia con el gobierno y por eso tiene resultados buenos en su lucha…”, “dicen que x organización tiene vínculos con un grupo armado…”, “dicen que x organización se roba el dinero o no entrega cuentas claras de los recursos…”, “dicen que x dirigente se roba el dinero…”, “dicen que x organización es paramilitar…”, y así podríamos enumerar más rumores.
¿Cuántos de estos rumores no se originan en los aparatos de inteligencia del Estado?, ¿cuántos de estos rumores u otros no son repetidos de manera acrítica, por personas que participan en el movimiento social?, ¿cuántos no se han llegado a convertir en fundamento, incluso, de posiciones políticas de algunas organizaciones frente a otras?
Nuestra actitud ante los rumores debe ser contundente: no repetirlos, y analizar a quién beneficia que se propaguen, y con qué fin se difunden, así como discernir la repetición ingenua o maliciosa de los mismos.
c) La filtración
Se trata de la filtración de “informes de inteligencia” a medios de comunicación. Cuando el Estado y sus aparatos de seguridad desean aislar a una organización o justificar la represión contra ella o alguno de sus miembros, filtra supuestos informes de inteligencia a algunos medios, en los que se vincula a la organización, o a miembros, con grupos insurgentes u otros actores. Baste recordar que, durante el conflicto de 2006, en Oaxaca, se filtró a los medios que la appo no sólo tenía vínculos con grupos insurgentes mexicanos, sino también con grupos insurgentes de otros países.
El Estado apuesta a que “algo” de estas filtraciones quede en los lectores; es decir, les crea dudas, genera suspicacias y neutraliza la posible solidaridad, si es que había alguna simpatía. Pero lo increíble no es lo anterior, sino que algunos lectores del movimiento social no se esfuercen por descubrir cuál es la verdadera intención del Estado al filtrar este tipo de informes, y que les den cierta validez para enjuiciar a las personas u organizaciones involucradas.
d) El “analista” político
Se elige a un “periodista” con reconocida trayectoria como analista de los movimientos sociales, y éste escribe un artículo donde crea una determinada imagen de una organización o luchador social, con el afán de deslegitimarlo ante la sociedad y ante el propio movimiento social, o con el fin de sembrar dudas acerca de su actividad y de los fines que persigue al desarrollarla. Y, como se supone que “sabe de lo que habla”, goza de cierta credibilidad.
Lo común en todos los métodos que utiliza el Estado para dividir al movimiento social es que casi siempre se vale de algo real (un hecho o una actitud, sacadas siempre de contexto) para construir las mentiras que después difundirá a través del rumor, de informes de inteligencia, de “analistas”, o para construir cierta caracterización de alguna organización, con el fin de que sea adoptada por el resto que conforma el movimiento social.
Enfatizamos: casi siempre (porque en ocasiones las mentiras que inventa o propaga no tienen o no se basan, en hechos o posiciones políticas reales) el Estado le apuesta a que, de todas las mentiras que crea y fortalece, algo quedará en las personas y organizaciones, y ese “algo” se llama duda. Si no logra dividir o confrontar, en lo inmediato, a organizaciones o personas, intenta dejar la duda entre éstas, duda que se encargará de fortalecer hasta que se manifieste en franca animadversión o prejuicio que impida la coordinación.
Como las personas que trabajan para el Estado, en esta labor de dividir, intentan hacer su actividad con la mayor efectividad posible, para cualquier integrante del movimiento social siempre será difícil darse cuenta qué cosas se basan en hechos reales y qué otras son puro invento, respecto de los rumores, los informes, los análisis de los “sabios” o de ciertas opiniones creadas por el Estado sobre otras organizaciones; sin embargo, tampoco es imposible darse cuenta.
La experiencia acumulada por el movimiento social en desbaratar mentiras, verdades a medias y rumores que el Estado ha creado para destruirlo, más la capacidad de analizar con frialdad lo que escuchamos, nos permite preguntarnos: ¿cuál es el objetivo de reproducir ciertas filtraciones, rumores, “análisis”?, ¿a quién o quiénes beneficia que se crea el contenido de esas filtraciones, rumores, “análisis”?, ¿a qué organizaciones o integrantes del movimiento social se hace alusión?, ¿ha habido casos similares en los contenidos de lo que escucho? Éstos son elementos suficientes para darnos cuenta de cuál es la labor que el Estado está utilizando para socavar los intentos de acercamiento entre las diversas organizaciones que conforman el movimiento social, y quiénes están sirviendo, conscientemente o sin darse cuenta, a sus objetivos.
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