Cuarenta años han pasado desde aquel 10 de junio de 1971, cuando un número aún desconocido de estudiantes asistentes a una marcha estudiantil fueron atacados, detenidos, desparecidos o muertos por los Halcones, grupo paramilitar que tenía como fin reprimir manifestaciones y acallar el descontento social entre los jóvenes mexicanos.
El Halconazo o Jueves de Corpus, continúa siendo una herida que no sana, que pasa inadvertida a pesar de ser parte de la ola represiva emprendida por el estado mexicano en contra de la disidencia. El descrédito sufrido por la matanza estudiantil del 68 en Tlatelolco generó una reacción en cadena que alcanzó los rincones más apartados del país, líderes opositores, disidentes, estudiantes, en zonas urbanas y rurales, todos estaban en la mira del sistema por su crítica a las instituciones, la guerra sucia había empezado.
En lo que toca al ámbito estudiantil, se trataba de un sector altamente politizado y consciente de una realidad que amenazaba con devorarlos, la organización acallada por las metralletas y la muerte comenzaba a dar visos de renovación, pero igual que en la Plaza de las Tres Culturas, el lenguaje de la institución fue más que claro, sangre y represión.
El contexto en que se registra este hecho nos habla de una juventud pasmada luego de la masacre de Tlatelolco, la columna vertebral del movimiento estudiantil, el Consejo Nacional de Huelga fue disuelto en diciembre de 1968, pero la organización continuó y el estudiantado se reorganizó como Comité Coordinador de Comités de Lucha, (CoCo).
Desde este organismo, trato de reactivar el movimiento estudiantil el vano, había además del miedo, otras razones para no moverse, sin embargo y con la llegada Luis Echeverría al poder en 1970 se agudizó un problema que mereció una reacción del tímido estudiantado.
La presencia de grupos porriles en las universidades del país, las reformas a los planes de estudio, la libertad de los presos políticos, las reformas propuestas sobre las organizaciones estudiantiles y otros asuntos generaron tensión entre los estudiantes y los esbirros de la autoridad, quienes encubiertos, hostigaban a los disidentes en las universidades.
Golpeadores a sueldo, provocadores, porros, infiltrados, son parte de un episodio que se repite en varios lugares del país, Sonora, Querétaro, D.F., Michoacán, Tamaulipas, Chihuahua, Tabasco y Nuevo León registraron movimientos estudiantiles que generaron el temor hacia grupos subversivos como los denominados comunistas, trotskistas, marxistas leninistas, maoístas, castristas, guevaristas, pro-cubanos del Partido Comunista Mexicano y Juventudes comunistas mexicanas.
Es aquí donde aparece la triste figura de los paramilitares, grupos auspiciados por las instituciones al margen de la ley y que tienen por fin acallar de la manera que sea las voces inconformes, los Halcones, son tan solo uno de ellos. Si bien no existe un documento que informe de su creación, se sabe de su operación como grupo de choque en manifestaciones estudiantiles desde 1969.
Relacionados con el entonces general del DDF, Alfonso Corona del Rosal, eran jóvenes de entre 17 y 25 años, quienes debían ser entrenados en artes marciales y defensa personal, así como dominar armas blancas y de fuego, algunos de ellos fueron entrenados en Estados Unidos, Francia y Japón.
Las acciones de los Halcones se encuentran documentadas ya que formaron parte de la nómina de trabajadores de la Dirección General de Servicios Generales del Departamento del Distrito Federal, antes del jueves de Corpus, participaron en el asalto a la Vocacional 7 en Tlatelolco, asaltos a preparatorias y vocacionales, hostigamiento de activistas y elementos de choque en reuniones públicas y marchas.
Aquella tarde del 10 de junio en la que se programó una marcha en apoyo a la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde los estudiantes y maestros se encontraban demandando mayor autonomía y manifestando su rechazo a una nueva ley orgánica, contraria a los estudiantes y que fue aprobada por el congreso del estado.
El apoyo vendría de los contingentes de las escuelas de la UNAM, Politécnico, Chapingo, la Universidad Iberoamericana, las banderas se multiplicaron, se demandaba democracia, libertad de los presos políticos, oposición a la Reforma Educativa de Luis Echeverría, el cambio de rector en la U. de Nuevo León y oposición a la Ley Orgánica de las universidades.
Los Halcones habrían sido acuartelados y esperaban órdenes, se concentra personal y se preparan hospitales, los lugares emblemáticos para los estudiantes son acordonados, Nonoalco, el Casco de Santo Tomás, de donde partiría el contingente hacia el monumento a la revolución.
Mientas que unas cifras hablan de unos 8 mil asistentes otras indican que eran más de 30 mil, el contingente, apenas marchando fue rodeado, reprimido, las provocaciones de halcones y policías eran apenas el inicio de una pesadilla, no hay cifras oficiales, pero se dice que los muertos fueron más de cien y los detenidos más de 300, de los desaparecidos ni hablar, de esta historia poco se quiere saber, pero si la historia fuera una escuela, mucho tendríamos que aprender…
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