Por Laura Castellanos.
Decenas de jóvenes de
colonias populares de Morelia han sido secuestrados a la luz del día
por hombres armados en camionetas sin placa o por supuestos vehículos
de corporaciones policiacas estatales. Las víctimas son jóvenes de
15 a 29 años robustos, de talla media, la mayoría albañiles. Otros
son limpiaparabrisas, mecánicos, herreros, estudiantes.
MORELIA,
MICHOACÁN. Doña María Elena Barajas solía ir a la recámara de su
hijo Pedro, el muchacho albañil desaparecido el 15 de junio del 2011
en la colonia Tierra y Libertad, al noroeste de la ciudad de Morelia,
para descorrer la puerta de su ropero y mirar su ropa, sus cobijas.
Irremediablemente lloraba sin parar.
A un
lado del ropero está un altar con la virgen de Guadalupe. Del otro
lado,
la motoneta vieja azul cobalto del joven de 19 años de rasgos recios
y carácter indómito. La motoneta es una testiga silenciosa. Ese 15
de junio, a las 18:30 horas, Pedro la llevó a la hojalatería del
barrio. Un rato después el hojalatero lo vio discutir y forcejear
con desconocidos armados que lo subieron violentamente a una
camioneta blanca sin placas.
Desde
el secuestro, la madre de piel morena y curtida lloraba con el
ropero abierto hasta que el hijo mayor improvisó una solución para
aminorar su pesar: clavó la puerta del mueble. Pero el dolor no se
fue.
“A veces es tan fuerte que reniego de Dios y luego me arrepiento”,
ella dice.
Ese
junio su muchacho no fue el único secuestrado por hombres armados en
Tierra y Libertad. En su colonia y la aledaña, la José María
Morelos, se sabe de por lo menos 15 casos de jóvenes que de forma
individual o en pequeños grupos fueron secuestrados el mismo mes.
Un
día antes de la desaparición de su hijo “se llevaron a unos por
la Secundaria 100, luego se llevaron a una bolita por donde está la
lechería, y un día después se llevaron a otro de mi calle”.
Más
casos de desapariciones forzadas de jóvenes han ocurrido en Morelia.
La organización de derechos humanos Hasta
encontrarlos documentó 13 casos como el de
Pedro y tiene conocimiento de 44 más de familiares que por temor no
interponen denuncias penales o los hacen públicos. Estos
acontecieron en 9 colonias populares, la mayoría al norte de la
ciudad, durante 2010 y 2011.
Los
testimonios refieren que el perfil de la mayoría de las víctimas es
similar al de Pedro: muchachos pobres de complexión robusta y talla
media. El de los victimarios: hombres con armas largas en camionetas
grandes con vidrios polarizados, sin placas, a veces encapuchados, y
en un caso se señala a agentes del Grupo de Operaciones Especiales
(GOE) de la Secretaría de Seguridad Pública estatal.
“Los
familiares tienen miedo y muchos no han denunciado”, expresa
Cristina Paredes de Hasta encontrarlos.
Algunos dicen tener información de que el crimen organizado,
en colusión con agentes estatales y con la cobertura de personal
ministerial de la Procuraduría General de Justicia estatal (PGJ),
se llevaron a los suyos “al norte del país o a otros municipios
del estado para entrenarlos como sicarios o paramilitares”.
Hasta encontrarlos
La
madre de Pedro desarrolló diabetes por tanta angustia y aflicción.
Un día llegó a sus manos un volante de Hasta
encontrarlos, la única organización de
derechos humanos en Michoacán que acoge casos de desaparición
forzada.
Decidió asistir a una
reunión. Constató con sorpresa que había otras madres con hijos
desaparecidos y tormentos afines. Finalmente, encontró con quien
llorar.
Hasta
encontrarlos está encabezada por las jóvenes
hermanas Cristina y Janahuy Paredes, hijas de José Francisco
Paredes, defensor de derechos humanos desaparecido en 2007. Si los
familiares interponen la denuncia penal, ellas los acompañan en su
viacrucis ministerial,
y si aceptan hacer público el caso,
ellas convocan a los medios locales. También realizan marchas y
mítines para exigir la presentación de los suyos.
Algunas
familias no quieren establecer denuncias penales o difundir los
retratos de sus hijos porque creen que ellos están en manos del
crimen organizado y pueden matarlos si así proceden o secuestrar a
otros familiares.
Otras familias, como la
de Pedro, sí decidieron denunciarlos penalmente, y otras más sólo
dejaron consigna del hecho en quejas levantadas en la Comisión
Estatal de Derechos Humanos (CEDH).
Es importante enfatizar
que los secuestros no sucedieron en el norte del país, ni en
poblaciones rurales alejadas o carreteras, ocurrieron en Morelia, la
capital de un estado, a tres horas y media de camino en auto desde la
capital mexicana. La gran generalidad frente a testigos, a plena luz
del día. En total impunidad.
Familiares bajo amenaza
Las jóvenes acompañaron
a doña María Elena Barajas a poner la denuncia a la PGJ y dicen que
se les intimidó en el interrogatorio. Que el comandante Pedro
Olivares, de la unidad especializada de antisecuestros, las condujo a
una habitación en la que abrió un mueble lleno de armas. Frente al
mueble interrogó a la señora sobre su hijo. “Quería que tuviera
miedo para que ya no siguiera”, ella recuerda. “Y tengo miedo de
regresar ahí”.
Otros
familiares también han declarado a Hasta
encontrarlos que en la PGJ se les amenazó
para no interponer o retirar la denuncia de desaparición de sus
hijos. Y en dos casos estos señalan que comandos de presuntos
agentes uniformados de negro, encapuchados y con armas largas, se
presentaron en sus casas para amenazarlos de muerte si continuaban
con el proceso penal.
Una de las madres que no
quiso denunciar, dejó su testimonio anónimo por escrito en la
organización. A las 19:00 horas del 25 de abril del 2011, en la
colonia Prados Verdes, a diez minutos del centro de la ciudad, su
hijo y otros cinco jóvenes, en edades de los 16 a los 21 años,
algunos estudiantes y otros herreros de oficio, arreglaban un auto en
la calle.
Hombres
vestidos “como soldados”, encapuchados y con armas largas,
arribaron en una camioneta Dodge color blanco, sin placas y vidrios
polarizados. Vecinos y la madre de uno de ellos atestiguaron cómo
los hombres se llevaron violentamente a los muchachos, que lloraban y
clamaban por auxilio.
De
acuerdo al testimonio de la mujer, meses después se liberó a dos de
los adoleces pero no han querido dar información alguna. Las
familias también guardaron silencio. Las otras familias piensan que
es mejor no denunciar ni difundir los casos porque tienen la
esperanza de que sus hijos también sean liberados.
Ella escribió: “Me han
dado noticias de la posibilidad de que mi hijo está vivo, que se
encuentra lejos del estado, que se lo llevaron para entrenarlo y
volverlo sicario del crimen organizado, no sé si sea verdad o
mentira, los papás de otro de los jóvenes me comentaron que
tuvieron comunicación con su hijo y mi hijo está en el mismo lugar
donde está él, con esto no quiero poner denuncia”.
Otra
madre en el anonimato narró por escrito su caso, parecido al
anterior pero en el que está involucrado un presunto vehículo
oficial: A las 16:00 horas del 9 de septiembre de 2010 en la colonia
Colinas del Sur, tres jóvenes albañiles de entre 18 y 28 años
jugaban a las maquinitas en una tienda. Uno de ellos se llama Ernesto
Pérez. El otro,
Adán Flores. El tercer nombre no es público. Una camioneta del GOE,
con torreta en la parte de arriba, se los llevó ante la mirada
atónita de los dueños de la tienda.
La
madre puso la denuncia en la PGJ. A los días de la desaparición de
los muchachos, presuntos agentes del GOE, con armas largas, se
presentaron en su casa a amenazarla para que retirara la denuncia con
la promesa de que su hijo regresaría pronto. Ella, por el contrario,
hizo ampliación de sus declaraciones.
Hasta
encontrarlos dice que la PGJ nunca investigó
el presunto involucramiento del GOE. La
madre dice que ahora es intimidada telefónicamente, por lo que
disminuyó su activismo en la organización. Del hijo no sabe nada.
Los
padres del tercer muchacho acceden a hablar con El
Universal con actitud temerosa. No quieren
dar a conocer el nombre de su hijo ni identificarse. “Sí hemos
sabido algo, pero por temor a que nos hagan algo no queremos decir
nada”, dice el padre. “Pensamos que a lo mejor los tienen
preparando para meterlos a la delincuencia organizada, porqué se los
iban a llevar si ellos no hacían nada, eran unos muchachos
trabajadores, buenos, responsables”, agrega la madre.
Otros
casos con el mismo perfil registrados en Hasta
encontrarlos, y que se mantienen en el
anonimato, son: el 6
de junio de 2010 a 11 muchachos que jugaban futbol en la colonia
Primo Tapia, todos menores de 20 años, se les secuestró en una
camioneta. El 21 de noviembre de 2010 siete jóvenes albañiles
desaparecieron en la colonia La Joya. El 7 de abril del 2011 un
limpiaparabrisas desapareció de la colonia Lucio Cabañas. Sus
familiares reportan que cinco limpiaparabrisas más de la zona están
igualmente desaparecidos.
Fenómeno a la alza ignorado
Doña María Elena
Barajas un tiempo vendió un tiempo ropa en abonos, productos de
limpieza, pollo destazado. Ahora está dedicada a resolver la
cotidianidad de su extensa familia. Y también a luchar por la
presentación de su hijo.
Nunca había tenido
participación social alguna. “Ahora empiezo a hablar pero muy
poquito, porque no me hallo, y he ido a marchas de la organización
en Morelia, Pátzcuaro, a mitines”, enuncia. Su voz no ha sido
escuchada.
En Morelia nadie
investiga ni tiene cifras oficiales sobre la oleada de desapariciones
forzadas de jóvenes en colonias populares. Se ignora a cuántos
jóvenes pobres más de los 57 que tiene conocimiento Hasta
encontrarlos fueron secuestrados desde que
arrancó la estrategia de combate al narcotráfico.
La PGJ estatal minimiza
el fenómeno. El licenciado Andrés Vieyra, al frente de la jefatura
de agentes del ministerio público, y a cargo del registro de
personas extraviadas en Morelia, dice que los reportes locales de
jóvenes extraviados generalmente se deben a que “se fueron a la
playa o a la casa de un amigo y no informaron a los padres, algunos
otros andaban de fiesta”.
Vieyra expresa que cuando
denunciantes declaran que sus familiares fueron “levantados de
manera violenta por un secuestro, -sus casos- se canalizan de manera
inmediata a la fiscalía especializada de secuestros”.
El caso de Pedro muestra
la celeridad del procedimiento: tardó casi cuatro meses en ser
transferido al área especializada para su investigación.
El Universal le
solicitó al funcionario que informara el número desglosado de casos
de jóvenes extraviados turnados al área de antisecuestros de 2006 a
la fecha. También que precisara los casos de jóvenes extraviados
reportados en las colonias Tierra y Libertad, Prados Verdes y Colinas
del Sur, entre otras. Vieyra prometió facilitar la información pero
no lo hizo.
De idéntica manera El
Universal buscó entrevistar a Margarita
Sánchez Zamora, la encargada de la Dirección de Antisecuestros. La
funcionaria declaró,
a través del vocero Jonatan Arredondo, que sólo tienen 2 o 3 casos
registrados de jóvenes secuestrados en dichas circunstancias pero
que no podía precisar detalles.
Con respecto a las
amenazas que los familiares dicen recibir luego de interponer las
denuncias en la PGJ, Arredondo declara: “¿Cómo saber si hay
amenazas si no las denuncian?”. A lo que Janahuy Paredes, por su
lado, cuestiona: “Sí hay denuncias de estas amenazas en la PGJ,
como en el caso de Colinas del Sur, pero en la institución no
investigan porque dicen que es el crimen organizado con carros
clonados”.
Tampoco la Comisión
Estatal de Derechos Humanos (CEDH) arrojó más luz sobre el fenómeno
en repunte.
El
ombudsman Marco Antonio Tortajada explicó a El
Universal que tienen un registro de 275 de
desapariciones forzadas en Michoacán sólo durante 2011, sin embargo
que no cuentan con un desglose por sexo, lugar y edad.
“Un perfil determinado
no existe como tal, si hablamos del total de las personas que han
venido a solicitar apoyo a la Comisión, te podría decir que del 60%
de personas desaparecidas son hombres, y un 40% entre mujeres y
adolescentes”, explicó Tortajada.
Refiere no obstante que
la mayoría de las 275 quejas de desapariciones forzadas provienen de
Morelia, seguidas por las de los municipios de Quiroga y Alvaro
Obregón. Las denuncias sobre los victimarios “no mencionan si son
autoridades o no, simplemente que (se los llevaron) en camionetas
negras, que llegaron dos o tres personas”.
El
universal insistió a la CEDH le informara
cuántas de las 275 desapariciones forzadas de 2011 ocurrieron en
Morelia y corresponden a hombres entre los 15 y 30 años. El
ombudsman se comprometió en hacerlo, pero tampoco dio la
información.
Cristina Paredes dice que
estos no son atendidos por las autoridades “por falta de voluntad
política” porque se trata de muchachos pobres. Piensa que “debe
haber un registro de los casos, pero por la corrupción y colusión
de las autoridades no lo dan a conocer”.
Defensoras
sin defensa
La
madre de Pedro asiste con cierta regularidad a las reuniones de
familiares de Hasta encontrarlos. Es
para ella el espacio que le da fortaleza, compañía y esperanza de
que debe seguir exigiendo que se resuelva el caso de su hijo.
“Cuando voy regreso más
tranquila, si hay días que no voy me siento mal”, comenta.
Hasta encontrarlos es
el único foro de acompañamiento, registro y denuncia de estos
secuestros en Morelia. Sin embargo las hermanas Paredes están
rebasadas por el número de casos que reciben y los riesgos que estos
implican.
Hasta
encontrarlos carece de financiamiento alguno,
oficina, apoyo legal, aunque consiguió que dos profesionales den
cierto apoyo psicológico. Si bien las muchachas crearon la
organización en 2008 para exigir la presentación de su padre, que
fue guerrillero en la década de los setenta, luego acogieron cinco
ocurridos en el contexto de la guerra sucia de esa década en
Michoacán.
Las hermanas Paredes
dicen que su padre fue desaparecido por agentes federales. Él, junto
con la Fundación Diego Lucero con sede en el Distrito Federal,
promovían una iniciativa de ley que sancionara, previniera y
erradicara la desaparición forzada.
El 23 de septiembre de
2010, en la víspera de la conmemoración de la desaparición de su
padre, las hermanas Paredes, acompañadas por familiares y
activistas, tomaron las instalaciones del congreso para exigir la
resolución de éste y otros casos recientes que en el contexto del
combate al crimen organizado se multiplicaban en el estado:
periodistas, líderes indígenas, comerciantes, profesionistas.
En total, Hasta
encontrarlos tiene registrados 127 casos de
desaparición forzada en Michoacán.
La acción derivó en la
creación de la Comisión especializada en los casos de michoacanos
desaparecidos, conformada por cuatro diputados de diversos partidos.
Se hicieron mesas de diálogo para esclarecer los casos. “Ningún
caso se aclaró”, dice Janahuy Paredes.
Poco a poco, el fenómeno
de los jóvenes pobres desaparecidos en colonias populares de Morelia
comenzó a asomar en sus registros.
En días pasados las
hermanas Paredes recibieron un caso más: un joven albañil de 15
años desapareció al norte de la ciudad de Morelia el 11 de abril
de 2011. La familia interpuso la denuncia y al día siguiente dos
camionetas con hombres encapuchados y con armas largas la amenazaron.
Afuera de su casa “han estado dos motocicletas con hombres
armados”.
No
sólo los familiares de estos jóvenes han sido amenazados. Las
hermanas Paredes ya recibieron un mensaje de muerte. Janahuy Paredes
dice que el pasado 2 de noviembre, en el local de Hasta
encontrarlos, un desconocido les dejó “una
ofrenda de día de muertos con las fotos de dos activistas muertas”.
Ellas también están vulnerables.
El cuarto vacío
Todas las noches la madre
de Pedro reza una novena por su hijo. “Le pido a Dios por él, que
me lo cuide”. Durante el día también ora por él. En su cocina
tiene un altar de Jesucristo, El Justo Juez, acompañado de una
virgen de Guadalupe de cerámica que el adolescente le regaló. Ahí
tiene la foto del joven posando frente a un escudo de los Monarcas de
Morelia, su equipo favorito.
A veces doña María Elena Barajas se levanta a media noche y abre la
puerta de la recámara de Pedro para ver si de casualidad está
durmiendo en su cama. Sólo está el ropero, la motoneta, la cama
vacía. “Hay veces que me quedo nada más viendo”.
Antes el hijo menor
dormía en el cuarto con su hermano. Ahora ya no quiere dormir solo.
Por las noches jala su colchón para acomodarse en cualquier otro
cuarto.
Al final de la
entrevista, la señora pide entre lágrimas a El
Universal que tome un recado para su hijo:
“te estamos esperando, nos haces mucha falta, regresa”. Y para
los victimarios: “yo no nada más pido por mi, pido por todos,
quítennos este dolor regresándonos a nuestros familiares”.
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