Último día de la caravana del retraso.
No se que día sea… sólo se que es el último.
Torreón, Coahuila. 5:12 a.m. Domingo 12 de junio de 2011.
Una salsa ameniza la madrugada, por fin las tiendas de campaña sirvieron para algo. Mientras escribo esto, lo que resta de la caravana acampa sobre el pasto, la mayoría duermen y roncan plácidamente rodeados de una pista de carreras. Somos una bola de quien-sabe-que y definitivamente ya no somos los mismos que salieron de Cuernavaca hace varios días.
* Mi primera referencia de Torreón es el equipo de futbol Santos Laguna, así de simple. Luego, tal vez, La Laguna, símbolo del poderío económico de una región que se ha caracterizado por ser un polo de desarrollo regional. Uno de los símbolos de la boyante economía norteña, una de las ciudades donde viven los ricos más ricos de este país. Más de Torreón no sabía, ahora se muchas cosas, que muy probablemente no quisiera saber.
Javier, que opinas de lo declarado por el secretario de seguridad pública en cuanto a que en Torreón no está garantizada la seguridad de la Caravana. Probablemente esta fue la primer referencia de esta ciudad que tuve en el recorrido de la Caravana.
En uno de los costados de la escuela que nos hospedó en Monterrey, en una improvisada rueda de prensa, un reportero formulaba una pregunta que Sicilia atajó sin parecer perturbado. El recorrido de la caravana sigue, y esperamos que las autoridades cumplan con su trabajo y brinden protección a toda la gente en Torreón. Palabras más palabras menos eso fue lo que dijo.
En todo ese camino a Torreón, en medio del inmenso desierto que ahora es dominado por los zetas, el tema me vino dando vueltas. En qué clase de Estado Nacional un gobierno se atreve a decir que no puede garantizar la seguridad. ¿Entonces para qué existe? Por qué entonces los policías tienen el derecho, y se supone que sólo ellos lo tienen, de utilizar todo el poder de la fuerza y la violencia en ciudades y pueblos, si no pueden garantizar que protegerán a la ciudadanía. ¡Que protegerán sus vidas! Es absurdo. Si el Estado no puede realizar su tarea básica, por qué seguimos pagándole impuestos, por ejemplo.
Thomas Hobbes, filósofo inglés que ayudó a cortar las cabezas de algunos reyes y fundar el Estado Moderno, supuesta base del Estado Mexicano, decía que el Estado era necesario porque era la única manera de salir de la guerra permanente en que los hombres nos encontrábamos naturalmente. El Estado era necesario porque era la única manera de evitar que el lobo del hombre, o sea el hombre mismo, se devorara descarnizadamente a sí mismo. Esa es su teoría.
Qué pensaría Hobbes al ver la carnicería que este Estado Moderno, versión mexicana ha generado. Qué pensaría si le dijeran que la mayoría de los lobos, hambrientos y enfermos de poder, se encuentran dentro de su Leviatán, en su tan perfecto Estado, mamando la infinita teta del presupuesto, viviendo cuál sanguijuelas chupando la sangre de todo un pueblo, de un país entero que padece su estupidez.
Qué pensaría si le dijeran que es en ese Estado, el que está fundamentado en su teoría, en donde se desarrollan las prácticas más enfermas y sádicas de esta guerra. No acaso los zetas son desertores del ejército mexicano, cuerpos de élite para ser más precisos, es decir, producto genuino no sólo del Estado Mexicano, sino del Estadounidense que les enseñó, cuál receta de cocina, todo lo que aprendieron en Vietnam. Qué pensaría.
Probablemente no pensaría nada, o al menos nada diferente de lo que ya pensaba. Thomas Hobbes escribía para legitimar al Estado, que ya se estaba dando, sus palabras no están ausentes de secretos y mentiras, de retórica rimbombante que pretende cubrir absurdos gigantescos. Quienes hablan en favor del reino, del Estado, del régimen, puede que lo hagan de buena fe, pero segura y casi invariablemente, lo hacen por encargo o por comisión. Por eso nadie le cree a Milenio.
Desgraciadamente muchos si le creen a Milenio. Sin importar que sea absurdo.
Pero no debería sorprenderme, todo en este país es absurdo, y desgraciadamente no es el absurdo que te saca una sonrisa o que incluso te puede hacer reir. No, este absurdo es de otra clase, es el absurdo que atenta contra cualquier racionalidad, contra los más simples convenios sociales que nos permiten vivir juntos. Desde los diez mandamientos hasta la ética libertaria más emancipadora del mundo. Es absurdo.
13 jóvenes absurdamente asesinados en un centro de rehabilitación, sólo a tres cuadras de donde se realizó el acalorado mitin del Parque Venustiano Carranza. La gente que nos recibió con aplausos al entrar al parque no parecía tener muchas dudas, fue un mensaje para ustedes, para la caravana. En qué mundo un multihomicidio puede ser algo más que una atrocidad infrahumana y convertirse en un mensaje. En este absurdo mundo.
En el lugar, una casa azul en una esquina cualquiera, la sangre chorreaba hasta la calle y se mezclaba con los vidrios rotos, todo apestaba a muerte y mierda, y desgraciadamente eso nadie me lo tuvo que contar. Estuvimos en una ciudad que absurdamente se ha tenido que acostumbrar a que la muerte se presente día a día, con absurda y estúpida regularidad. Dos o tres muertos significan, en Torreón, que la cosa está calmada, inclusive que es seguro salir. De nuevo la muerte es un mensaje, y un mensaje absurdo.
A veces me pregunto que caso tiene todo esto. A veces me pregunto si es que acaso se podrá hacer algo para detener esto, esto que para mucha gente se ha convertido en una forma de vida. Cómo permitimos que lo inimaginable se volviera lo cotidiano. Cómo carajos pudo pasar esto. En todos lados hemos sido testigos del absurdo, la violencia interiorizada como la cotidianidad más normal. No hay palabras. El lenguaje para expresar esto no se encuentra en el reino de las palabras y las letras sino en el del llanto que escribe indeleble con lágrimas de soledad y tristeza. El llanto de haber perdido algo que jamás podrás recuperar. La soledad de que te hayan quitado una parte de ti y que nadie, pero absolutamente nadie, haga nada para ayudarte. La tristeza de descubrir que aquellos que creías que estaban para servirte, para ayudarte, en el mejor de los casos sólo desprecian o se burlan de tu dolor, y en el peor y por desgracia más cotidiano, son ellos, autoridades y servidores públicos, los artífices de tu dolor.
A todas las paradas la caravana llegaba con retraso. Pero mucho ya no importaba, porque la caravana en general llegó tarde, muchos años tarde.
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